Britney Spears ha cometido el mayor delito de robo en la historia de Estados Unidos. Fue el pasado fin de semana cuando la cantante acudió a la tienda de una estación de servicio de Hollywood a comprar unos chicles, para así tener algo que llevarse la pobre a la boca. Una vez pagados, volvió a entrar al local y tímidamente agarró un mechero valorado en 1.39 dólares, pero se percató de la presencia de cámaras y reaccionó mofándose de la grave norma ética y civil que acababa de violar: “Uy, he robado algo, qué mala soy”.
El propietario del negocio mercantil ha declarado sobre lo acontecido y ha preferido no denunciar el desliz de la cantante, pues espera con optimismo y mucha esperanza que ésta regrese para pagarle lo que le debe: “Sí, efectivamente Britney tomó un encendedor azul que tiene un precio de 1.39 dólares, pero espero que la próxima vez que venga me pague”.
Pero, ¿qué puede mover a un ser tan pudiente como la Spears a cometer tal atrocidad creando graves perjuicios económicos al dueño del humilde local en vez de pagar la cuantía del objeto hurtado?
Britney buena madre, drogadicta, gorda, celulítica, fracasada en el escenario y ahora, choriza.
El propietario del negocio mercantil ha declarado sobre lo acontecido y ha preferido no denunciar el desliz de la cantante, pues espera con optimismo y mucha esperanza que ésta regrese para pagarle lo que le debe: “Sí, efectivamente Britney tomó un encendedor azul que tiene un precio de 1.39 dólares, pero espero que la próxima vez que venga me pague”.
Pero, ¿qué puede mover a un ser tan pudiente como la Spears a cometer tal atrocidad creando graves perjuicios económicos al dueño del humilde local en vez de pagar la cuantía del objeto hurtado?
Britney buena madre, drogadicta, gorda, celulítica, fracasada en el escenario y ahora, choriza.
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